lunes, 24 de junio de 2024

 

Lira Popular Virtual de Jorge Lillo. Saludo al Teatro Experimental.

publicado por carlos fernandois o. el junio 23, 2017

22 de junio de 2017/ EDICIÓN SEMANAL (“en la medida de lo posible”, como dijo el otro) / ESCRIBE JORGE LILLO

DONDE SE RINDE HOMENAJE AL TEATRO DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE —CUYO PRIMER NOMBRE FUE TEATRO EXPERIMENTAL— EN SU SEPTUAGÉSIMO SEXTO ANIVERSARIO.

La primera función del Teatro Experimental fue el domingo 22 de junio de 1941.

Esta fecha debiera ser conmemorada como el verdadero Día del Teatro Chileno. 

 


es 1

Hay un nombre principal
que con su obra se amarra:
el de Pedro de la Barra
y Teatro Experimental.
No nombraré a nadie más,
pues ni justo ni oportuno
sería olvidar a alguno
de quienes dieron su empeño
por realizar este sueño,
el año cuarenta y uno.

2

Mes de junio, el veintidós,

se abría un nuevo escenario

cambiando el itinerario

para público y actor.

Desde entonces fue factor

de cultura y reflexión,

de lúcida entretención

y no chirigota vana

con que al público se engaña

desde que se alza el telón.

3

El teatro cambió ese día

la forma de ver y actuar:

el Teatro Experimental

dio la orden de partida.

Otros teatros seguirían

ese camino pionero,

que marcara el derrotero

a un teatro con contenido

que formó y que dio sentido

a nuestro país entero.

4

Tuvo claros objetivos,
todos ellos formadores:
hizo técnicos, actores
y dramaturgos activos;
un público selectivo,
repertorio universal.
Que pudiera el hombre actual
conocer aquí, en su casa,
lo que se hace y lo que pasa
en el ámbito teatral.

5

Allí estuvo Calderón,
con Moliére y Benavente;
con Shakespeare, el sorprendente,
Barros Grez, Ruiz de Alarcón.
Del Liceo a la función
fui a encontrarme con Ionesco,
Capuletos y Montescos,
con Cervantes y Arthur Miller
y sin salir de este Chile
realicé el viaje dantesco.

6

¿Exquisita fantasía?
Allí está Noche de Reyes (1).
¿Dictaduras y sus leyes?
con Ana Frank perseguida (2)
y la codicia homicida,
con Macbeth y su mujer. (3)
Cazan Brujas en Salem(4)
dando falsos testimonios.
Vi fiestas de matrimonio (5)
y un Evangelio también. (6)

7

Seis ñatos buscando autor(7)
pa’ que les llene la vida;
reí Una Carta Perdida; (8)
¡Fuenteovejuna, señor! (9)
La mujer primer doctor (10)
y una Verdad Sospechosa(11)
Yo vi a la Julieta hermosa (12)
también a Bernarda Alba (13)
y ni domada se salva,
la Fierecilla rabiosa. (14)

8

A LOS ACTORES Y AUTORES DE HOY:

 El teatro, señores míos,

es espejo de la vida;

la Comedia es alegría,
no estupidez sin sentido;
la Tragedia, el desafío
misterioso de lo oscuro.
¡Volvamos al teatro puro
de los dilemas humanos:
porque hoy está en vuestras manos
ser autores del futuro!

                                                                                                                    

NOTAS: (1) Noche de Reyes, William Shakespeare. (2) El Diario de Ana Frank, Frances Goodrich y Albert Hackett. (3) Macbeth, William Shakespeare. (4) Las Brujas de Salem, Arthur Miller. (5) El Matrimonio, Nicolás Gogol. (6) El Evangelio Según San Jaime, Jaime Silva. (7) Seis Personajes en Busca de Autor, Luigi Pirandello. (8) Una Carta Perdida, Ion Luca Caragiale. (9) Fuente Ovejuna, Lope de Vega. (10) El Camino Más Largo, María Asunción Requena. (11) La Verdad Sospechosa, Jacinto Benavente. (12) Romeo y Julieta, William Shakespeare. (13) La Casa de Bernarda Alba, Federico García Lorca. (14) La Fierecilla Domada, William Shakespeare.
Foto 1: elenco de "La Guarda Cuidadosa", domingo 22 de junio de 1941.
Foto 2: Un montaje con noventa actores: "Fuenteovejuna"
Foto 3: escena de "Las Preciosas Ridículas" de Molière.
Foto 4: "La Casa de Bernarda Alba", de Federico García Lorca.

domingo, 23 de junio de 2024

 83 AÑOS DEL TEATRO EXPERIMENTAL DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE




"22 de junio de 2024 se cumplieron, discretamente, 83 años desde la creación del Teatro Experimental de la Universidad de Chile. En la imagen, "Fuerte Bulnes", de María Asunción Requena. Teatro Antonio Varas, 1956. En la fotografía de René Combeau, actores, alumnos, técnicos y personal administrativo que participó en el montaje. Dirección de Pedro Orthus.

Reproducimos aquí un artículo de Jorge Lillo Valenzuela, con ocasión del octogésimo aniversario de esta fundación:

"Hace ochenta años, un 22 de junio de 1941, se consolidó oficialmente el Teatro Experimental de la Universidad de Chile, colectivo artístico que durante treinta y dos años renovó los repertorios de la escena nacional y que, desde 1973, hace cuarenta y ocho años, sufre las consecuencias de la tergiversación periodística, ensayística e historiográfica, o simplemente el olvido de su quehacer y su devenir, causando el desconocimiento de las nuevas generaciones.

Se ha difundido ampliamente que los orígenes de este grupo teatral se remontan a algunos años antes de esa fecha, cuando un puñado de estudiantes del Instituto Pedagógico encabezados por Pedro de la Barra, animaban las veladas bufas universitarias.

Hacia finales de la década del treinta, estas veladas habían ido ganado en complejidad, al punto de recibir la entusiasta colaboración de otros jóvenes intelectuales chilenos, a los que posteriormente se sumarían algunos profesionales españoles republicanos llegados en el Winnipeg, y estudiantes de grupos teatrales similares de otras escuelas, todas de la Universidad de Chile. “Un paso grande [en su evolución] fue un concurso teatral entre escuelas universitarias. Se presentaron: Ingeniería, Medicina, Conservatorio Nacional, Instituto Pedagógico” (1).

Solo treinta y dos años alcanzó a existir este valioso movimiento nacido a la par de las inquietudes culturales, políticas y sociales generadas en los efervescentes años treinta del siglo XX, que culminaron en Chile con la elección de Pedro Aguirre Cerda, en 1938, candidato del Frente Popular, coalición también renovadora de la política chilena. Fue, por consiguiente, un teatro radicalmente comprometido con su pueblo –situación que algunos autores no reconocen– lo que se manifestó pública y meridianamente en la declaración y cumplimiento cabal de los cuatro puntos fundacionales, compromiso constante que solo llegó a término con el Golpe de Estado de 1973.

Así como la Dictadura intervino y permeó todas las actividades de la vida nacional, el Teatro Experimental (ITUCH, DETUCH)(2), no fue ajeno al sistemático desmantelamiento institucional y atomización de la Universidad de Chile. Muchos de sus integrantes fueron víctimas de exilio, persecución, acoso laboral y despidos arbitrarios; así, esta compañía teatral sufrió la destrucción de su equipo humano profesional y de sus objetivos fundacionales.

EL AMBIENTE CULTURAL DE LA ÉPOCA

En los años de la fundación del Experimental, la educación escolar y universitaria en general, como los entornos culturales hogareños en particular –pese a que la educación primaria obligatoria recién comenzaba a dar sus primeros frutos– eran notablemente más profundas y completas que las actuales, reflejo de un país cuyo gobierno tenía como lema “gobernar es educar”(3). En consecuencia, los fundadores, provenientes de distintas carreras universitarias, tenían estudios de pedagogía, idiomas, derecho, arquitectura, bellas artes, etc. No eran un grupo que por simple esnobismo o moda se sintiera atraído por la actividad teatral.

Fue este un grupo de tesoneros idealistas; instauradores de un movimiento que cambió para siempre la manera de ver, de hacer y de entender el teatro en Chile, representando todos los géneros teatrales: desde la comedia y el musical, al del absurdo; desde lo nacional a lo universal; de los grandes clásicos, al vodevil; y, por supuesto, el teatro de contenido social y político con innegable valor artístico.

Después de esta irrupción vanguardista en la escena nacional, ningún otro grupo pudo regresar a las antiguas formas teatrales, hasta el advenimiento de la Dictadura. A partir del Teatro Experimental, como referente, todo fue progreso artístico y cultural.

¡AFICIONADOS Y MALOS!

Lograron el reconocimiento como institución teatral gracias al respaldo de un rector también visionario, don Juvenal Hernández, quien elevó a la Universidad de Chile a un preponderante y prestigioso sitial dentro del acontecer nacional; presencia que hasta hoy, desgraciadamente, no se ha logrado recuperar.

¡“Aficionados y malos”! exclamó, indignado, el influyente crítico Nathanael Yáñez Silva al término de aquella primera función de la mañana del 22 de junio del 41. Estos “aficionados y malos”, que llegaron a constituirse en una compañía de teatro profesional, con una Escuela de primer orden en el ambiente teatral latinoamericano, durante seis años no solo no tuvieron remuneraciones –pagaban cuotas como “socios activos o cooperadores”–. Autofinanciaban su pasión teatral ejerciendo como profesores, locutores, actores de radioteatro, empleados, etc. Pedro de la Barra “descubrió al extraordinario Agustín Siré, estudiante de Filosofía que financiaba sus estudios regentando una caja en un café de la Alameda” (4).

Quien dice u oye la palabra “teatro”, piensa en actores. Ello, además de limitante, no es válido para el Experimental: allí ciertamente se formaron actores y actrices; pero también emergieron de su seno directores, dramaturgos, docentes, traductores, escenógrafos, iluminadores, tramoyistas, electricistas, maquilladores, vestuaristas, investigadores teatrales, etc., sin descontar, por supuesto, la labor administrativa ni la de difusión propia ni la de extensión teatral, que permitieron mantener la sólida estructura institucional que este Teatro llegó a poseer.

LA HISTORIA Y EL OLVIDO

Como señalé al comienzo, han pasado cuarenta y ocho años desde la desaparición del Teatro Experimental, de la mayoría de sus protagonistas y de sus principios fundacionales.

Más tiempo que el que alcanzó a tener la activa labor de esa compañía.

Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde entonces y no han sido aguas claras. La historia del Experimental, los hechos y circunstancias que conocieron sus protagonistas, han sufrido las consecuencias de lamentables omisiones y constante tergiversación que deforma en gran medida la reconstrucción de esta obra, al olvidar o soslayar la existencia del grueso de sus integrantes; al repetir majaderamente, una y otra vez, conceptos errados, datos parciales, falsos o simplemente contradictorios que se derrumban, de manera estrepitosa, ante una somera lectura de quienes tuvimos la fortuna de conocer más o menos de cerca sus actividades, o nos hemos asomado, así sea brevemente, al conocimiento del tema.

La responsabilidad de dicha falsedad, errores u omisiones cabe solo a los numerosos periodistas, ensayistas o historiadores que, víctimas de su tal vez involuntario desconocimiento, o por ser repetidores de antojadizas hipótesis –a la tincada, de oídas o por simple copia– han ido reproduciendo como verdaderos, algunos hechos, opiniones, datos o circunstancias erróneas o directamente falaces respecto del quehacer del Teatro Experimental, contribuyendo con su falta de rigor investigativo a instalar o acentuar mitos, y a crear impresiones engañosas respecto de su verdadero desarrollo y labor. La principal desidia compromete gravemente a autores que, salvo honrosas excepciones, no acuden a las fuentes, “crónicas o documentos de toda suerte” (5), o a consultas y testimonios directos de los protagonistas que aún viven. “Esas son las fuentes de la historia, los únicos testimonios mediante los cuales se puede conocer el pasado”… “Si [los historiadores] no lo hacen, o emiten afirmaciones reñidas con la verdad de las fuentes, sus conclusiones carecen de validez y pueden ser rebatidas” (6).

Para corroborar lo que afirmo, un ejemplo: se ha acusado a este teatro, “de haber llegado a convertirse en una compañía anquilosada”, y a dudar de su “compromiso con los procesos sociales”; conceptos emitidos en un contexto extrainstitucional, por cuatro importantes personajes del teatro (7). De su lectura se desprende que estos pareceres son afirmados por Díaz y Rojo, relativizados por Núñez y rebatidos por Marés González. Eliminando mañosamente las discrepancias de los dos últimos, estas afirmaciones son repetidas como concluyentes, en otros trabajos.

Desmitificando el aserto, hago notar en estas líneas, que una compañía que tenía cuatro o más estrenos al año; que representaba dignamente a los grandes clásicos; que propició la creación de una nueva dramaturgia nacional a través de concursos que dieron a conocer a importantes autores nacionales emergentes; que impulsó desde sus albores, en 1942, la extensión teatral hacia los sindicatos, estudiantes y pobladores, como uno de sus objetivos fundamentales; que dio apoyo incondicional al desarrollo del teatro aficionado estudiantil y obrero; que estrenó, a veces casi simultáneamente con Europa o América del Norte algunas obras de la moderna dramaturgia mundial; que tuvo directores invitados de la talla de un Carlo Piccinatto, Regisseur del teatro Scala de Milán y del Colón de Buenos Aires; o del notable director uruguayo Atahualpa del Cioppo; y otros que sería excesivo enumerar aquí, sinceramente no entiendo de qué se habla.

Rápidamente consigno, en forma aleatoria, que este “anquilosado teatro”, en 1955, –estrenando su sala nueva–, produjo 11 montajes. En 1958 hubo diez estrenos: Pirandello, James Barrie, Isidora Aguirre, Juan Ruiz de Alarcón, Eugene O’Neill, Egon Wolf, Fernández de Moratin, Barros Grez, Goodrich–Hackett (El diario de Ana Frank) y nuevamente un Shakespeare (La fierecilla domada).

En 1963: Dürrenmat, Bertolt Brecht, Egon Wolf, Eugenio Labiche y tres piezas de Tenesse Williams.

En 1973, tres estrenos: Los Desterrados, de Víctor Torres; Jorge Dandin, de Molière, y Las Troyanas, una obra contra la guerra, de Eurípides, adaptada por Jean Paul Sartre y dirigida por Pedro Orthus. Esta fue la última presentación del Teatro de la Universidad de Chile, el domingo 9 de septiembre, en la sala Antonio Varas. Las tres obras se presentarían “paralela y consecutivamente, alternando entre los teatros Antonio Varas y Portugal (en Santiago); en Viña del Mar, Chuquicamata, Calama, Tocopilla, Antofagasta, Osorno, Puerto Montt y Chiloé. Mediante este nuevo plan se desea conquistar nuevos públicos a través de todo el territorio nacional”. (6) ¿De qué anquilosamiento y falta de compromiso hablan?

Es indiscutible el poder que puede alcanzar la difusión pública de un artículo periodístico, o el respaldo de autoridad que otorga alguna universidad, a un ensayo o a una hipótesis historiográfica. Son medios demasiado poderosos como para que un particular, –como es mi caso–­ pueda contrarrestar o revertir la deformación cultural producida en un lector desprevenido. Conozco el problema desde muy cerca porque ocasionalmente he rebatido con documentos, sin resultados, a algunos de esos autores. Me pregunto si habrá simple ignorancia, si será acaso la elección apresurada de un tema poco conocido, a fin de aprobar alguna tesis “novedosa”, o si existen intenciones argumentales preconcebidas.

MIS IMPRESIONES

Mi padre, Jorge Lillo Nilo, fue actor, profesor y director teatral. No fue fundador, pero en junio del 41 ya pertenecía al grupo. Tenía 19 años. De él y de lo que vi desde muy cerca, aprendí que en el Experimental, cada persona, cada labor, cada oficio, por insignificante que pudiera parecer al lego en la materia o al observador externo, fue fundamental en la cadena que permitía el movimiento del mecanismo teatral, tanto en el escenario, como en la organización administrativa. Aunque no estuvo exento de las naturales discrepancias internas inherentes a cualquier grupo humano intelectualmente acucioso, nunca fue un teatro de primeras figuras, porque jamás fue su objetivo. Fue, a cabalidad, un EQUIPO teatral que privilegió siempre, de manera colectiva y honesta, el resultado artístico por sobre cualquier personalismo o interés ocasional. Nunca he conocido mejor, más prolongado y más respetuoso trabajo de conjunto en alguna profesión.

Es por eso que, íntimamente, sin desmerecer de manera alguna la labor de personas o instituciones teatrales previas o contemporáneas al Experimental –tampoco posteriores ni actuales–, al cerrar este artículo pienso que, en justicia, por el impacto social y cultural que produjo, y por ser el primero en su especie, el verdadero día del Teatro Nacional de Chile debiera ser celebrado el 22 de junio, fecha de la fundación del Teatro Experimental de la Universidad de Chile.

Soy parte de ese “público de teatro” que el Experimental logró formar. Nada más que eso, nada menos. Vaya, pues, en esta fecha, mi recuerdo lleno de admiración y agradecimiento por lo que significó en mi formación cultural, este homenaje a los cientos de trabajadores teatrales, –profesionales de toda índole y colaboradores anónimos del Teatro Experimental– que con sus creativos esfuerzos sumaron los mejores años de sus vidas para cumplir, mancomunadamente, el sueño de elevar la cultura y la conciencia social de nuestro país a través del teatro, y que hoy son injustamente ignorados, minimizados u olvidados por la “cultura oficial”, el público, el periodismo y la Historia."

“Los actores son como olas en el mar: ascienden
para diferenciarse en las alturas, luego se rompen
en la costa… y desaparecen… sin ser recordados.
Nada está tan muerto, como un actor muerto… Nada.”

Fragmento del monólogo dramático de William Luce, “Barrymore”, 1991.
Jorge Lillo Valenzuela.
Ilustrador, diseñador gráfico.
Santiago de Chile, junio de 2021.

Notas:
1. Edmundo de la Parra. Dramaturgo y fundador del Teatro Experimental.: “Aprendamos a recordar”, Revista Apuntes nº 102 Otoño-Invierno 1991. Publicación semestral de la Escuela de Teatro de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Reproducido también en: https://folcloreyculturachilena.wordpress.com/.../dia.../...
2. Los nombres consecutivos que tuvo el Teatro Experimental se debieron a cambios en la estructura administrativa, al fusionar primero, el Departamento de Teatro con la compañía, creando el ITUCH, Instituto del Teatro de la Universidad de Chile y, posteriormente, con la evolución administrativa de la Universidad durante el proceso de Reforma, el DETUCH, Departamento de Teatro de la Universidad de Chile.
3. Aporte del profesor y magíster en Historia, José Miguel Neira Cisternas.: “Gobernar es educar” fue la consigna levantada por Valentín Letelier, el gran líder del Partido Radical, luego Rector de la Universidad de Chile, que en la Convención de 1906, derrotó a la tendencia oligárquica de ese conglomerado, encabezada por Enrique Mac Iver, volcando a dicha tienda política hacia el reconocimiento de “la Cuestión social”, asumiendo que la tarea más importante para el logro de un Estado verdaderamente democrático era hacer de la educación, un derecho.
4. Edmundo de la Parra.: (ibídem)
5 y 6. Sergio Villalobos.: “Portales, una falsificación histórica”, capítulo I: “Para entender una imagen” p.12. Editorial Universitaria, segunda edición, Santiago de Chile, agosto de 1989.
7. Alejandra Costamagna.: “Apuntes sobre el teatro chileno en la década del 60, testimonios de cuatro protagonistas.” Subtítulo 2 y siguientes. Sin fecha de publicación.


jueves, 20 de junio de 2024

 DESPEDIDA AL ACTOR MARIO LORCA AGUILAR

Estoy seguro que a Mario Lorca no le hubiera gustado ver tristeza en esta hora.


Él hubiera querido una larga mesa llena de amigos y familiares, bajo un parrón con suelo de tierra, en una tarde de primavera, allá en El Palqui, donde se crió.


Una mesa servida a la manera de De Rokha, con costillares de chancho picante, con ajo; mostos de Licantén, choros maltones o cholgas de Maullín; empanadas caldúas, codornices a la parrilla, y un par de cantoras como las niñas Carreño, que con arpa y guitarra "sufren" haciéndole empeño a lo humano y a lo divino con tonadas y cuecas.


Mario hubiera querido decirnos un poema erótico de Gonzalo Rojas o uno de amor sencillo, de Gustavo Donoso: 



De Franklin te hice venir cerca de Einstein 
A compartir penas y alegrías y tener cuatro hijos
Con los que hemos crecido algo menos que el sauce.
Porque pobres, hemos sido libres
Y felices a nuestro modo
Ná que ver con el de corintellado
Muchas cosas no tenemos
Pero una sola es necesaria: El amor nuestro de cada día”.

Hubiera querido hacernos cantar en coro, La Pancha, una canción mexicana de la que nadie ha podido rastrear sus orígenes o versiones completas: No llores Pancha, no llores negra / no llores ni hagas llorar...


Hubiera alucinado a la concurrencia con las ocurrencias de Huidobro: 


Viene gondoleando la golondrina
Al horitaña de la montazonte
La violondrina y el goloncelo...
Ya viene viene la golondrina
Ya viene viene la golonfina
Ya viene la golontrina...

Hubiera querido adivinar otra vez el traqueteo del vapor fluvial que sube, al caer la tarde por el Valdivia, y empalma con el Río Cruces hacia su natal Punucapa.


Hubiera querido un pan-poema amasado por Jorge Tellier: 


Un día u otro
todos seremos felices.
Yo estaré libre de mi sombra y mi nombre.
El que tuvo temor
escuchará junto a los suyos los pasos de su madre,
el rostro de la amada será siempre joven al reflejo de la luz antigua en la ventana,
y el padre hallará en la despensa la linterna para buscar en el patio la navaja extraviada.

Hubiera querido un fragor de trenes oscuros bajo la lluvia, que estremecen el alma y el cuerpo. Hubiera querido ver los Aromos, de Parra, que anuncian la primavera porque florecen jubilosos cuando aún queda invierno y sombra.


Mario Lorca hubiera querido subir, una vez más a una micro y ante desconcertados pasajeros que dejan de mirar sus celulares, les lanzaría a boca de jarro El Padre o La Mamadre de Neruda y, ­-ante lo dicho por este hombre que luego bajaría sin pedir la "cooperación" de reglamento-, ya nadie podría volver sin culpa o remordimiento a sus whatsapp insulsos y ridículos.


Decía ser tímido pero nunca le creí. Esa timidez tan particular le permitió abrir su corazón y las puertas de su casa a quien quisiera entrar. Y quien, rompiendo el hechizo, salió de ellos, lo hizo fortalecido, alegre, agradecido. Fue un optimista empedernido: pasara lo que pasara, él veía el lado positivo. Menos al Golpe. Aunque ahí vio también la oportunidad de manifestar su propio rechazo, armado de poemas. Eso no requería mayores montajes ni producción, así que se lanzó a la aventura y lo logró. Su optimismo fue contagioso y así embarcó en sus proyectos a profesionales y profanos.


Su última presentación poética fue hace muy pocos días; gastó en ella su último par de zapatos, lo que es una tradición en el lenguaje teatral.


Como en centenares de otros casos, no se puede hablar de Mario Lorca sin hablar del Teatro Experimental - ITUCH - DETUCH, que fue exterminado por la Dictadura junto a la atomización de nuestra Universidad de Chile. Mario fue alumno y actor profesional formado en ese Teatro que cambió de una vez y para siempre la manera de hacer teatro en Chile. Ese Teatro, este movimiento cultural revolucionario, recuerda, este 22 de junio, 83 años desde su fundación.


Dependerá de cada uno de nosotros si Mario Lorca Aguilar y ese Teatro entran al recuerdo o al olvido.


 

JORGE LILLO / 19 DE JUNIO DE 2024


 FALLECE MARIO LORCA


EL ACTOR QUE HIZO SUYA LA POESÍA

 

 

 

 

Rita Aguilar, profesora rural de la Escuela Nº 11 de La Higuera, IV Región, iba todos los días a trabajar acompañada de su hijo Mario. Fueron tantas las clases que presenció el niño, que a los 6 años sorprendió a su madre, asegurándole que sabía leer. Rita no le creyó y abrió el silabario para que el niño uniera o-jo y ma-má. Mario leyó tan correctamente, que su madre le dijo: "Ahora que sabes leer, te voy a enseñar algo que te va a gustar toda la vida: la poesía".

 

Desde ese momento, los poemas, los poetas, las letras y las musas, se apoderaron de su corazón. Pero como había que ganarse la vida, Mario Lorca viajó a Santiago a estudiar Construcción Civil. Duró poco porque según él, "no tenía ninguna aptitud para la ingeniería", así que sin pensarlo demasiado en 1950, aceptó la invitación de Agustín Siré para ingresar a la recién formada Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. Allí se empapó de actuación, agradecido de encontrar un oficio que le permitiera hacer todo lo que le gustaba: convertirse en otros personajes, acercarse a la gente y leer, sobre todo leer.

 

Destacó inmediatamente por su altura, su voz honda que inundaba cualquier sala y el profesionalismo que lo llevó a actuar en 70 obras estrenadas en el Teatro Antonio Varas, en radioteatros, cine, televisión y al mismo tiempo, encontrarse con Humberto Duvauchelle para construir en 1986, "La noche de los poetas", un recital lírico y musical donde ambos actores tomaron la poesía como una expresión artística capaz de representar la sangre de nuestra cultura. Después de 1.337 recitales, Mario llegó a la conclusión de que "el poder de la poesía es incuestionable porque a la salida de cada recital, veo que los espectadores son más felices"