viernes, 20 de abril de 2007

No hay olvido

Fotografías y grabaciones facilitadas por María Teresa Fricke, Actriz del Teatro de la Universidad de Chile y esposa de Jorge Lillo Nilo.
Rodrigo Lillo V. 1994

El actor actual

Extracto de la intervención de Jorge Lillo N. en el "Encuentro de dos generaciones del Teatro Chileno" realizado en Santiago el año 1961, con motivo de cumplirse 20 años del nacimiento del teatro universitario:

"Señoras, señores: Al tener que hablar sobre "el actor actual", debo referirme, ineludiblemente, al actor que pertenece -como yo- a la que se ha llamado "la generación del 41"; generación que, de simples aficionados, nos hemos convertido en profesionales del teatro en todo el profundo sentido que el término profesional significa: entrega, rigor y devoción.

Yo pienso que nosotros, "los actores actuales", estamos fuerte e innegablemente comprometidos con nuestra época y nuestra sociedad.

Y, lo más importante, parece ser que estamos empezando a tomar conciencia verdadera y madura de este compromiso: de que el Arte del Teatro, no puede sólo jugar un papel de mero pasatiempo, sino que además y preferentemente, debe cumplir una misión formativa, orientadora y crítica para la sociedad.
Entendemos o empezamos a entender que el actor de este momento tiene la obligación moral y material de, por lo menos, estar informado del acaecer del mundo. Y no sólo informado: debemos estar implicados en el asunto.

Cuando recibo de parte de un autor actual un texto donde mi época está retratada con verdad, con sinceridad, yo actor, no tengo derecho a ser un mero transmisor superficial; a sólo "jugar" frívola y superficialmente sin que la angustia del creador del texto me roce o me conmueva. Al entregar ese texto al público, debo hacerlo impregnado también con mi propia vibración interior, con mi propia angustia, mi propia implicación, mi propio compromiso con la problemática o la situación reveladora y significativa que ese autor presenta.

No podemos olvidar nuestra época, por que no ha sido un tiempo ni feliz ni abundante ni fácil. Muy por el contrario: yo me atrevería a decir que es un tiempo feroz. Nacimos adustos y viriles al arte dramático porque drámaticos eran los gérmenes que nos engendraban y dramático el momento histórico. La presencia de García Lorca, tremenda como una acusación y como un legado, se irguió necesaria entre nosostros y su voz sonó a mandato inspirador: "Un teatro sensible y bien orientado en todas sus ramas, desde la tragedia al vodevil, puede cambiar en pocos años la sensibilidad del pueblo; y un teatro destrozado, donde las pezuñas sustituyen a las alas, puede achabacanar y adormecer a una nación entera".

Estas palabras de García Lorca fueron el gran germen promotor que gestó el Teatro Experimental, heredero americano de "La Barraca": juvenil, combativo, vanguardista.

Este planeta en que navegamos ha dado y sigue dando demasiados tumbos trágicos como para pensar que nuestra época es una época rosada. De García Lorca hasta nuestros días, mucho de grande y de mezquino ha ocurrido y queda mucho por ocurrir de erróneo o de tremendo, para que nuestro espíritu pueda relajarse y pensar como artistas en la "estética pura" o en la locura bohemia.

Esta toma de conciencia del mundo y del tiempo en que vivimos ha sido facilitada y enriquecida por la oportunidad que hemos tenido, la mayoría de nosotros, de tomar contacto con el mundo exterior de Chile. Este poder ver y palpar el mundo y el arte consagrado, ha sido un valiosísimo aporte para la formación personal, profesional y también para el equipo, ya que la experiencia ha sido transmitida. El tomar contacto con la vida y el arte en otras latitudes nos ha dado a los actores actuarles una actitud de universalidad de concepto, nos ha ampliado el horizonte creativo, ha probado o confirmado una cultura y, también, nos ha hecho ver nuestras limitaciones y reales posibilidades. Hemos podido apreciar mejor nuestro mundo chileno y americano y nos ha renovado la fe en los destinos artísticos de nuestros pueblos.

Así hemos visto y comprobado que el hombre actual es idéntico, en lo que a problemas trascendentes se refiere en Chile o en la India; en EEUU o en Japón. Que es el hombre parado, en distinta latitud enfrentado a su eterno y clásico dilema: ser o no ser.

Hemos aprendido que el amor es la misma fuerza vital en todas partes y que la muerte es también inexorable en todas partes. Hemos aprendido que la vida y la familia humanas son las mismas en todos los rincones, que el hombre de nuestra creación es el lmismo en los cuatro puntos cardinales y que el Arte, fuerza universal eterna, es el único camino de su redención.

Yo pienso que urge que el hombre sea reeducado. Y el teatro debe, justamente, cumplir esa labor educativo-social. Así lo han entendido los más grandes dramaturgos de todo el lmundo y de todas las épocas.

Tengo que recordar aquí palabras de Arthur Miller: "Los pequeños pensamientos fecundan y forman las grandes ideas. Un teatro con ideas, con problemas, debe fermentarse, previamente, en las escuelas, en las universidades, en los diarios y en el aire libre que respiramos".

Uno de los aportes más importantes que se haya logrado
para la profesión del actor, desde el punto de vista profesional artístico, fue hacer que la Universidad reconociera la importancia cultural del teatro, otorgándole a ese teatro experimental, categoría de Departamento de la Universidad para cumplir misiones de extensión universitaria. Y, desde el punto de vista formativo, crear con categoría de enseñanza superior, un plantel de educación teatral que atienda seria, técnica y sistemáticamente a la formación del hombre de teatro donde tiene especial preferencia la formación del actor. Nuestra misión primordial es hacer teatro para que esta universidad se sirva de él como un instrumento de cultura, como un instrumento de extensión universitaria, cumpliendo con esto un concepto de moderna universidad que no puede encerrarse sólo en sus misiones investigadoras y docentes.

Estamos en continua lucha por conseguir, junto con la satisfacción de los fundamentos y principios del grupo y de su misión, la satisfacción personal íntima, ya que un creador debe sentirse realizado para ser feliz y útil. Esto es consecuente con la lucha que hemos venido sosteniendo para reivindicar al actor frente a la sociedad actual, como integrante de ella y como artista, ética y estéticamente.

Anhelar esto nos ha obligado a tomar al teatro con una actitud científica, si así se pudiera decir. Científica en cuanto eso significa posición de rigor frente a los fenómenos artísticos o vitales.

Hemos aceptado no ser individualidades talentosas o geniales, sino miembros de una colectividad; integrantes de un grupo; trabajadores obedientes y respetuosos del equipo para que nuestro arte colectivo sea realment colectivo.

La vida con, su angustiosa realidad actual, nos ha privado a los actores de ahora del placer de cultivar sólo nuestra propia subjetividad y, en cambio, nos ha ofrecido como única posibilidad, el militar en un grupo que hace teatro no ya como una mera diversión, sino como un instrumento de redención humana.

Yo, "actor actual", declaro aquí en este encuentro, honesta y sinceramente, que acepto este mandato. Acepto no tener mi nombre inscrito en la marquesina de un teatro. Renuncio al estrellato, siempre y cuando se haga de mi aporte artístico y creativo un uso digno, un uso útil a todos mis contemporáneos. No quiero darle mi trabajo al negocio, al esnobismo, al arribismo, a la antinaturalidad, al ocultamiento de lo verdadero, a la pérdida de la libertad de pensamiento. Me negaré a servir a un teatro que no tenga una conducta dignificante para el hombre.
Me siento honrado con saberme un hombre de grupo: este sentimiento de actor colectivo, me ha acomplañado en toda mi actividad de actor, director y profesor. No ha sido tarea fácil, lo confieso, ser un artista gregario. Cuesta tener que transigir con el grupo, seguir su mandato y, al mismo tiempo, no perder la propia individualidad.

Ahora, aquí, en el seno de este encuentro de hombres de teatro, yo les propongo, respetados colegas, que nos demos la mano de una vez por todas; que nos preocupemos seriamente de los que vendrán y, hagamos un teatro honesto y verdadero para Chile, para su pueblo que tanto consuelo, tanto amor y tanta luz necesita".

Mario Lorca y Jorge Lillo como "El tordo" en El abanderado de Heiremans, 1962
Fotografía Memoria Chilena

Caliche sangriento

La fotografía corresponde a la secuencia en que Lillo (47 años) interpreta a un montonero peruano. Resulta impactante comprobar algo que supimos de siempre: Lillo es uno de los actores nacionales que merece ser recordado como un baluarte de la escena nacional, curiosamente en muchas reseñas sobre la película, su nombre no aparece. En esta secuencia no sólo podemos apreciar su enorme voz, sino también su asombrosa capacidad de transformarse y de actuar con cada fibra de su cuerpo, sus gestos, la mirada, nos dicen mucho más de lo que está escrito en el texto a interpretar. Esto, gracias a un profundo estudio y creación del personaje (http://lillogoffreri.blogspot.com/)
Dirigido por Helvio Soto, 1969

CHILE Largometraje
Productoras: ICLA (CHILE)

Intérpretes:
Hector Duvauchelle, Patricia Guzmán, Jorge Guerra, Jaime Vadell, Jorge Lillo, Arnaldo Berríos, Jorge Yáñez, Mario Vernall, además de la participación de los actores de la compañía de teatro de la Universidad de Antofagasta, Angel Lattus y Carlos Núñez.

Guión: Helvio Soto
Argumento: Epopeya de una patrulla de soldados chilenos durante la guerra del pacífico.
Director de fotografía: Silvio Caiozzi
Música: Tito Lederman
Montador: Carlos Piaggio
Género: Epico, Bélico
Tema: Guerra del Pacífico(1879)
Color.
Duración: 115 minutos